lunes, 26 de septiembre de 2016

El delicado asunto de compartir habitación


Buenas noches compañera, que duermas bien

La semana pasada estuve de viaje de curro. Pongámonos en situación. Tres compañeros y yo. Dos de ellos en la treintena larga y el tercero con veintitantos. Uno de los treintañeros majete, el otro altamente interesante y el veinteañero clavadito a Hugo Silva, notedigomás. Como el jefe es un rata, sólo nos dieron permiso para pasar el día, nada de quedarnos a dormir a cargo de la empresa, y para no pegarnos la paliza de madrugar salvajemente para estar en la ciudad a la hora convenida, decidimos por nuestra cuenta y tarjeta de crédito pagarnos un hotel e ir la noche antes, así llegábamos a la cita frescos y descansados.

Justo me llevo 5 años con los dos treintañeros, los suficientes como para que cuando ellos terminaron sus carreras universitarias, los erasmus, los interrail y los carnets de mochilero estuvieran ya al cabo de la calle.

Aplicando pues su mundanal experiencia, al majete se le ocurrió la idea de que para ahorrar pasta podíamos compartir habitaciones, y así lo comunicó al grupo. Ante la opinión de los otros de que la cosa no tenía más que ventajas, parecía que el tema iba adelante. Mis hormonas desatadas y yo nos tomamos una noche para consultarlo con la almohada, y llegué a la conclusión de que no soy moderna y actual.

Yo intento ser buena gente, amiga de mis amigos, fiel a mi compañero de vida, respetuosa con las costumbres ajenas y con el medio ambiente, pero, pero….tener que dormir al lado de un clon veinteañero de Hugo Silva sin poder lamerle siquiera los abdominales que sobresalen de la minúscula toalla que nos dieron para ducharnos está por encima del límite de mi resistencia. Lo siento, soy humana. O ver a mi compañero majete en gayumbos, camino del baño al que he de entrar luego a lavarme los dientes, móvil en mano diciendo “voy a tardar un ratito” tampoco es algo que me apetezca cenar. Lo siento, soy pudorosa. O que mi compañero el altamente interesante se quite la camiseta y descubra que su torso es todavía más interesante que su actitud de tipo duro y silencioso… No podría pegar ojo en toda la noche. Lo siento, soy impresionable. Y además, la mujer del Cesar no sólo ha de serlo, sino parecerlo. El resto de compañeros sabían lo del viaje, de modo que era sólo cuestión de tiempo que trascendiera la distribución de las habitaciones, y tenía 2 de 3 posibilidades de que nadie creyera que sólo habíamos dormido. Ufff, 30 pavos menos no me van a sacar de pobre y voy a dormir mucho más tranquila. Y si alguno quiere sal…Que pruebe a llamar a la puerta a ver qué pasa.

Por supuesto se lo conté a mi hombre, y me resultó curiosa su reacción. Aunque es evidente que no le habría hecho demasiada gracia porque me ve con buenos ojos y cree que cualquier hombre de 25 a 50 años que se viera en esa situación conmigo no podría resistirse a una intentona, (qué mono es) Su respuesta fue más bien del tipo: Con lo tiquismiquis que tú eres no me creo ni de coña que pernoctes por propia voluntad con un maromo que no comparta tu sangre o tu hipoteca. Cómo me conoce.

Conclusión, esta cuarentona durmió como un tronco en su cama grande, con su ropa tirada por toda la habitación, sus cremas copando la encimera del baño y yendo y viniendo a la ducha en bolas tan ricamente. Y sólo me costó un par de horas y un libro de Alan Poe resistir la tentación de ser yo la que llamara a alguna puerta. Ejem…Lo siento, estoy salida, ya lo dije en el post anterior!

3 comentarios:

  1. A mí Hugo Silva no me va, pero como alguno de ellos fuera un poco parecido al de la foto... uf! Me da que querían montar un fiestorro. Pero el fiestorro se puede montar igual y tener habitación para una misma no tiene precio.
    Besos.

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  2. Y que esas cosas siempre os pasen a las casadas y fieles... ¡manda narices! JAJAJAJAJAJA

    Me gusta la reacción de tu hombre, pero creo que se queda corto en el rango de edad: seguramente ningún macho humano entre 15 y 80 años podría resistirse a tus encantos.

    Y sí, lo de pernoctar en compañía es un coñazo. Casi es mejor ser una misma la que vaya a pedir sal, y en cuanto la tengas volver a tu habitación a dormir sola, roncando como un camionero y espanzurrada en medio de la cama. Por algo ya hemos pasado la edad de leer "Crepúsculo", a dormir cada uno a su casa. O a su habitación ;-)

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  3. Debo confesar que me llevé una sorpresa y muy agradable con tu regreso.. esa ironia y mordacidad no podía haberse acabado con los 30.
    Los cuarenta non están tan mal tampoco, claro que no

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